La cuerda que nos une

Las situaciones límite, como la que estamos viviendo con la crisis del coronavirus, siempre tienen un ángulo positivo que, por mi carácter optimista -habrá quien lo califique de idealista o utópico-, no quiero pasar por alto. El tiempo de confinamiento, de restricciones, de limitación de nuestra libertad por el bien común, nos está haciendo ver las cosas de otra manera, replantearnos nuestras certezas, apreciar las pequeñas cosas de cada día o reforzar los vínculos con las personas a las que queremos. Estamos viviendo una vida más simple y quizá más auténtica.

Y en este proceso de “repensar” nuestras vidas, nuestros valores, nuestras prioridades…, en esta situación de aislamiento físico aflora, de forma generalizada, una necesidad derivada del carácter social del ser humano: comunicarnos.

Sí, la comunicación se ha convertido en el elemento de cohesión de una sociedad golpeada por la pandemia. Nos comunicamos por las ventanas con vecinos en los que nunca antes habíamos reparado; nos descargamos aplicaciones para mantener reuniones profesionales, pero también cafés virtuales con familiares y amigos; hacemos vídeos para que los que están en primera línea de batalla sientan que estamos con ellos y agradecemos su esfuerzo; las empresas intensifican su relación con sus públicos, internos y externos, a través de diferentes canales; y nos enganchamos a los medios, que nos cuentan minuto a minuto, cómo evoluciona la situación.

Nos echamos de menos y no queremos romper amarras, aunque estemos separados. Queremos sentir que estamos todos en el mismo barco. Y la comunicación es la cuerda que nos mantiene unidos, incluso puede que más que antes. Cuidémosla, porque nos va a hacer falta seguir juntos para afrontar lo que venga después.