Autorregulación contra la contaminación informativa

Desde la aparición y proliferación de las redes sociales, vivimos rodeados de informaciones más o menos veraces que nos invaden hasta la saturación.

Somos testigos de cómo miles de adolescentes creen que los “youtubers” son unos “crack” y no eres nadie si no eres “popular” o “influencer”; bulos y mentiras pueden influir en resultados electorales mucho más que el mismísimo Washington Post, para cuanto más acabar con la reputación de cualquier persona de bien; la libertad de expresión se confunde constantemente con una especie de barra libre para insultar, maldecir y faltar al respeto, a diestro y siniestro, y así un largo etcétera que le pone los pelos de punta a cualquier persona con dos dedos de frente.

Necesitamos mecanismos de defensa para poder procesar toda esa avalancha de tendencias, esperemos que efímeras. Afortunadamente, el cerebro humano ya dispone de filtros, digamos que de serie y después uno puede optar por vivir más o menos conectado, a riesgo de convertirse en un “marginado”. En cualquier caso, sería una lástima jugar a una especie de todo o nada.

Hablando de redes sociales, ya se sabe que un porcentaje muy elevado de contenidos no son profesionales, pero sí emocionales, y cuando las pasiones emergen, reina el descontrol. Y llegados a este punto, ya solo nos queda confiar en que las personas de forma individual contribuyamos, entre todos, a regular este espacio interviniendo activamente para corregir así una mala deriva. Difícil sí, pero no imposible.

• Regulemos nuestros contenidos
• Seleccionemos fuentes fiables
• Formemos a los internautas del futuro

¿Se te ocurren otras fórmulas eficaces para que nuestro mundo esté menos contaminado desde un punto de vista informativo?